lunes, 15 de noviembre de 2010

Al maestro...con cariño

Cuan infeliz y miserable

debe ser tu vida

¡Maestro!

al pretender

atentar contra uno

de mis pequeños hijos

Yo soy la madre

¡Maestro!

y

sin embargo

no te maldigo

a leguas se divisa

que a gatas

puedes contigo

¡vive!

¡vive muchos años!

¡Oh gran Apóstol!

Misionero

de textos gratuitos

No existe mejor infierno

que el que obtienes

muy temprano

al mirarte en tu espejito.

Lamento de los cachorros

Por las noches

cuando los cachorros tienen sueño

se acurrucan al lado de su madre.

Ellos conocen su olor, su calor

el sabor de su saliva al lamerles el cuello

antes de que el cansancio logre cerrar sus ojos.

Por las noches

cuando los cachorros tienen sueño

en ausencia de la madre

olfatean angustiados el maternal aroma

sus húmedas, agudas naricitas

dirigen su atención hacia la luna

mientras la contemplan gimen,

aúllan,

hasta que el cansancio logra cerrar sus ojos.

Por las noches…

Sin palabras

No quiero volver allí

allí el miedo me embarga

algo, alguien

somete mi voluntad

abre mi boca

introduce una bolsa

de plástico con fuerza

traspasando mi garganta

obstruyendo

mi espíritu

mi respiración.

¡No quiero volver allí!

¡No me pidas volver allí!

A la caja de cristal

al cuarto de espejismos

podría desplomarse

otra vez herirme

podrían destrozarme

sus afilados vidrios.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Preñez

Siempre ocupada

en seducir hombres

capaces de hacerla madre

para mitigar

su añeja soledad

la Chaneca

solo consiguió

enloquecerlos de temor

sin poder

absorber un solo esperma

su vientre, se preñó

de frustración y tormento

al paso de los siglos

parió niños de viento.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Insectiada

Pertenecemos a una triste especie de insectos, dominada por el apogeo de las hembras vigorosas, sanguinarias y terriblemente escasas. Por cada una de ellas hay veinte machos débiles y dolientes.
Vivimos en fuga constante. Las hembras van tras de nosotros, y nosotros, razones de seguridad, abandonamos todo alimento a sus mandíbulas insaciables.
Pero la estación amorosa cambia el orden de las cosas. Ellas despiden irresistible aroma. Y las seguimos enervados hacia una muerte segura. Detrás de cada hembra perfumada hay una hilera de machos suplicantes.
El espectáculo se inicia cuando la hembra percibe un número suficiente de candidatos. Uno a uno saltamos sobre ella. Con rápido movimiento esquiva el ataque y despedaza al galán. Cuando está ocupada en devorarlo, se arroja un nuevo aspirante.
Y así hasta el final. La unión se consuma con el último superviviente, cuando la hembra, fatigada y relativamente harta, apenas tiene fuerza para decapitar al macho que la cabalga, obsesionado en su goce.
Queda adormecida largo tiempo, triunfadora en su campo de mortales despojos. Después cuelga del árbol inmediato un grueso cartucho de huevos. De allí nacerá otra vez la muchedumbre de sus víctimas, con su infalible dotación de verdugos.

Juan José Arreola, México, 1918- 2001 (De Bestiario 1972)

lunes, 10 de mayo de 2010

De las meras amarillas

Mamá alacrana

Aprendió que su “naturaleza”
era darse a los demás
de pequeña fue hija de familia.
Cuando formó la propia
se desprendió de su cuerpo
para dárselo a su marido
y después se vistió de madre
cargando a los hijos en su espalda.
Los alacrancitos cumplieron con la tarea:
Se la fueron comiendo
lentamente
hasta empacharse.
Superada la indigestión
montaron un altar con su fotografía
donde colocan flores frescas todos los días
y de vez en cuando, lloran de sentimiento
recordando a su muy rechingada madre.









Viaje en colectivo

Vengo a Cuaji
bebo toda la noche
y me hecho mis pericazos
porque me gusta de la buena
y la de acá es mejor
que la de Acapulco
con tantito luego me prendo.
¡A güevo! si los políticos lo hacen
yo también tengo derecho.
Bien lo dice el dicho:
¡Anda pedo el gobierno
con el dinero del pueblo!

Tengo 40 y ni se me notan
me jacto de decir que a mis años
estoy bien conservada.
Eso si, con un joven o un viejo
me quiero morir como el pescado
¡bien ensartada!

Ahora voy pa´ mi casa
y tal vez me veo mal
yo seré todo lo que tu quieras
pero llegando allá
soy una madre soltera
decente y respetada.

Nomás parí cuatro
y ya soy abuela de dos.
¡Si se los dije que usaran condón!
pero ya vez
que culpa tienen mis nietas
no sé… no podrías imaginar
mi cariño por ellas
solo cuando los tuyos te hagan abuela







Para morir… no tengo tiempo


Para la niña de Guatemala
que se dejó morir de amor.

No, no tengo tiempo para morir
por un desmemoriado.
Los tonos de chuparrosa
se dan harto en cantidá
y abundan por todos lados.

La voz doliente de Emiliano Gallardo
canta en mi corazón
y humedece mis ojos
mientras lavo los trastes.

Una manita desde abajo
jala mis trapos: ¡Comé mama, comé!
Respiro hondo y hago chillar la sartén
lleno el buche de mis pollitos
aunque me quede a medias.

Enjuago mi cara
me recojo el cabello en un chongo
Acomodo el ñagual y la bandeja sobre la cabeza
¡Tengo que acabar de vender temprano!

Camino entre una calle y otra
la voz de Emiliano Gallardo
vuelve a rondar mi corazón
desde la memoria

hay otra vocecita que la opaca:
¡Comé mama, comé!

¡De amor se han de morir los hombres!
Yo tengo que guisar, lavar
regar, barrer, planchar, coser, recoger la chandera…
No, no tengo tiempo para morir de amor… por un desmemoriado.




Medicina tradicional

Creo que es el latido
Mama Bárbara dice que duele aquí en la boca del estómago
da por corajes, por dolores que se guardan cuando no se llora lo suficiente
en veces, hasta vómito causa y se cura con té de jengibre.

Llevo tomándolo una semana, medio ataranta el dolor
pero al rato regresa, el dolorcito se extiende y me roba el aire
como si algo por dentro se chupara mi estómago.

A veces es tanto que me divide en pedazos y vivo así
fragmentada, respirando por partes, cuando se puede.

Sentada en la cama, reclamo:
¡Su remedio no sirve!

Mama Bárbara me mira y se ríe:
-Jum, jum, maye, te acongojas por nada.
Los apaches siempre serán apaches
las reinas solo tienen un tiempo
así ha sido siempre
y no has de morirte por eso
tratando de enderezar lo que ya está chueco.

¡Mírame bien!, estoy de pié y sola,
¡nomás me faltaron alas para volar!

La vida no es como la cola del gallo
a la que arrancas una pluma y otra le vuelve a nacer.
Ya no eres su reina, solo te haces daño,
ahora formas parte del acompañamiento.

¡Te dije que era latido!
si el remedio no te gusta ¡cámbialo!
el estafiate es bueno pa´la muina y los nervios
¡componte!,¡pronto!, que pa´ eso eres mujer
y los chiquitillos, ya están llorando de hambre.


sábado, 1 de mayo de 2010

Iris García Cuevas, una luz costeña que inspira respeto.

Para Irma Aguirre.
Nunca fui una niña lectora, más bien una niña televisión. Aunque eso sí, crecí en una familia donde se nos leía o se nos pedía leer en voz alta algunos textos de la Sagrada Biblia. Durante la adolescencia, comencé a tener curiosidad por uno que otro libro, más nunca lo hice de manera disciplinada, a veces, creí adquirir el hábito de la lectura en los primeros años inconclusos de universidad, pero fue realmente a partir de los hijos como comencé a encontrar un verdadero placer y respeto por los libros.
Nací acapulqueña pero, siempre y más en los últimos años, he tenido cierto conflicto de identidad: en los colegios particulares se me discriminó por el color oscuro de la piel. Algunos parientes comentaban que no hablaba como costeña y que más bien se distinguía en mi voz un acento chilango. Un tiempo en que me ausenté por algunos años del puerto consideré que los acapulqueños eran personas irresponsables respecto al cuidado de la ecología, flojas y violentas, tal y como nos ven muchas personas en otras partes del país, aceptando con ello, los prejuicios que han perdurado a través de los siglos acerca del Negro de la Costa, negros acapulqueños, negros negados, negros con pensamiento de blanco, negros o afroindios como yo. Por otro lado, la influencia cultural de la Costa Chica siempre fue más fuerte en casa que cualquier otra, algunas veces, tal vez la mayor parte del tiempo me he sentido totalmente ajena a una ciudad como Acapulco a pesar de todos estos años que llevo viviendo en ella, a tal grado que algunos porteños se molestan porque al decir quién soy, siempre digo: nací aquí pero mis orígenes son de la Costa Chica y Grande de Guerrero, porque de ahí son mis padres y abuelos, entonces soy para mis paisanos una acapulqueña negada. Facundo Cabral diría que no soy de aquí ni soy de allá, un cimarrón muy cercano a mí lo resumiría diciendo: yo creo que soy más bien de la mitad.
Siempre me he quejado de lo poco asiduos que somos a la lectura los acapulqueños, de lo difícil que es encontrar a alguien de tu misma edad con quien platicar sobre los libros leídos, con quien intercambiarlos o compartirlos; alguna vez me he atrevido a afirmar que en Acapulco se trabaja poco por promover la cultura local… a pesar de que con el tiempo me he encontrado con varios grupos de personas interesadas en difundir y compartir su arte, grupos que no siempre trabajan de manera conjunta, tal vez con sus diferencias, pero finalmente están trabajando, creando, promoviendo la cultura porteña constantemente.
El mes pasado, tuve la oportunidad de encontrar -digámoslo así- casi a la vuelta de la esquina, a una escritora de mi generación, que ha vivido en la misma colonia y en el mismo puerto. La encontré pues, con un libro de su autoría en la mano: Ojos que no ven, corazón desierto y debo decir que he tenido gran placer en leerlo, porque en los pocos años que llevo leyendo he entendido que si un libro no es ameno e interesante desde el principio, difícilmente lo será hasta el final –aunque seguramente la ignorancia me delata y debe de haber excepciones- en otras palabras diría que si un libro no me atrapa desde el principio, puedo optar por hacer dos cosas: dejarlo a medias sin terminarlo de leer o leerlo no con placer sino con angustia, deteniendo la lectura con frecuencia, contando cuántas páginas me faltan para terminar con el librito y poner fin a la carga y la agonía que resulta leer por compromiso propio o ajeno un libro tan monótono.
No es este pues el caso de los cuentos de Iris, donde la violencia juega un papel trascendental en ellos y cómo no, en un país como México y en una ciudad como Acapulco, donde las balaceras se hacen presentes ya a cualquier hora del día, donde los padres dudan en dejar ir a los hijos adolescentes solos a las discos o bien los dejan y los recogen en la puerta de la misma, donde los narcotraficantes disputan el monopolio sin importar las muertes de inocentes, donde la injusticia, la corrupción, la prostitución infantil persiste…hay tanto que contar sobre este Acapulquito bello, violencia en las calles, violencia en las casas…
Iris García es una mujer que sabe narrar estos temas con verdadera audacia y sin prejuicios, nombrando a las cosas por su nombre, exponiéndolas tal como son, algo que para mí es innovador, porque después de los cuentos de Muriel Salinas, -que no es acapulqueña, pero sí guerrerense- no había tenido el gusto de encontrar una mujer en la Costa que se atreviera a tocar estos temas, de los cuales, equivocadamente pudiera pensarse son exclusividad del dominio masculino. Al leer los textos, uno imagina a Iris en el lugar de la escena de cada cuento, observando atentamente cada detalle y enseguida escribiendo para contarnos las cosas tal como sucedieron, entonces me parece que Iris es una reportera de la realidad y la imaginación, de la imaginación y la realidad, porque posee la destreza de conjugar muy bien ambas cosas mediante la palabra escrita.
Siempre que leo un cuento bien narrado es placentero, pero cuando este cuento nombra lugares, calles, escenarios que me son familiares, lo es aún más, porque puedo verme reflejada en ellos y vivir lo que viven los personajes, es tan fácil recrear esos ambientes sobre todo cuando transitamos por ellos todos los días. Estos temas tocados por la autora, reflejan todo aquello que ya es común en nuestros días y que al paso del tiempo nos hemos acostumbrado a ver, tanto nos acostumbramos a verlo, que en la mayoría de los casos nos hemos acoplado a la situación y hacemos como si no viéramos, como si no pasara nada o como si no pudiéramos hacer nada, además de protegernos buscando una vía alterna para evitar las balas.
Este libro de pocas páginas, flexible y ligero, está cargado de ingenio, erotismo, ironía, dolor, fuerza, ternura y verdad. Es un libro de vida, que nos hace sentir y pensar, un trabajo esperanzador, para alguien que como yo, es relativamente joven en el mundo de las letras y que alguna vez ha dudado seriamente en continuar este camino. Ahora sé que a pocos pasos de mi casa, en la misma colonia y en el mismo puerto, hay una mujer costeña, joven, inteligente, perseverante e imaginativa que está sentada tal vez en este mismo momento, leyendo, escribiendo, reflejando desde su mundo, este mundo, este momento presente que nos tocó vivir.
Siendo así, después de conocer el trabajo de Iris García, la imagen que ahora tengo sobre mi ciudad natal, Acapulco, es distinta, es una luz que inspira y motiva a abrir los ojos para saber mirar, a no desistir, a recordar que hay mucho camino por recorrer y mucho por trabajar a pesar de las difíciles circunstancias.
La de Iris, es pues, una luz en la Costa de Guerrero que inspira respeto.

miércoles, 21 de abril de 2010

La luz de Frida

No conoció la humildad,
porque no conoció la resignación
Raquel Tibol

Tengo suerte, si, debo decir que soy una mujer con suerte y que mis ímpetus de niña caprichosa no siempre me traicionan, llevaba varios días rondando esa expo de libros que estuvo por más de un mes en el Parque Papagayo de Acapulco, en una de esas me topé con ella: Frida Kahlo en su luz más íntima de Raquel Tibol, con un costo de $100.00, que bien alcanzan para los frijoles de todo el día en mi familia. No niego que por un momento me sentí como el elefante criado en el circo, balanceándose de un lado a otro, sin atreverse a escapar aunque ya no tenga la cadena puesta:
-lo compro,
-no, no es mucho dinero,
-pero es Frida tal vez vienen ahí algunas de sus cartas…sus bellas cartas ¿si?
-no, no, está caro.
-discutí conmigo misma, finalmente el interés me ganó:
– ¡me vale madre, lo quiero! por favor señor, deme el libro.
¿Es este el comportamiento típico de una bibliómana? ¿me he convertido en ello? Ah no sé, ni me importa, lo que sí puedo asegurar es que no estoy en lo absoluto arrepentida de haberlo adquirido y sobre todo de haber leído acerca de la vida de Frida Kahlo, bajo la ayuda de una mujer tan inteligente y minuciosa como Raquel Tibol, alguien que conoció a Frida y a Diego Rivera de cerca y pudo valorar con madurez, sin prejuicios, la vida y obra de ambos, así como su importante repercusión en la sociedad mexicana de su tiempo, más aún en la presente.
Es común escuchar comentarios acerca de que la pintora Frida fue muy suFrida, comentarios que se proliferan con más fuerza si la fuente de ellos son exclusivamente basados en películas como Frida naturaleza viva de Paul Leduc o Frida de Salma Hayek, donde desde mi punto de vista la personalidad de Diego Rivera se devalúa y minimiza para enaltecer la de Frida, lo cual me parece un tanto equivocado, pues basta leer Un retrato de Diego escrito por ella misma en 1949 para un catálogo que conmemoraba los cincuenta años de labor artística del pintor, para darse cuenta de cuan involucrados estaban el uno con el otro, mediante su amor versátil tan fuera de lo común. En palabras de la propia Tibol: “Este texto de amor escrito (por Frida) con máxima generosidad espiritual, vuelve ociosas muchas discusiones e interpretaciones, en torno a los múltiples motivos que unieron a Frida y Diego.”
La Frida descrita en esta biografía es una mujer de luz, de verdadera e intensa luz a pesar de las adversidades, muy lejos de ser una mujer que adorase el sufrimiento, todo lo contrario, es una mujer que nunca se resigna a pesar de sus discapacidades, sus dolores del cuerpo y del alma, una mujer que ama la vida intensamente y que se aplicó a mostrarnos su mundo no solo mediante sus pinturas, sino también mediante sus cartas a sus amores y amigos, las cuales están llenas de belleza, ternura, ironía, pero jamás de monotonía. Caso especial tiene también lo escrito amena y delicadamente en su Diario.
No, no me arrepiento de haberme atrevido a desafiar la jodida crisis económica por la que atraviesa mi país, para darme el placer de leer a cerca de la vida de una mujer mexicana como Frida, porque hablar de ella es hablar de un contexto social lleno de desigualdades e injusticias (que no parece muy distante a estos tiempos presentes), frente al cual no fue indiferente, ni se dio jamás por vencida. Su vida, es un ejemplo de valor, solidaridad, voluntad y amor a la vida.


martes, 13 de abril de 2010

Carta a Celie

…A mí me parece que Dios se mosquearía
si al pasar por un campo no vieras el color púrpura.
Alice Walker.

Querida Celie:
Tengo algo de hambre, si, ahora tengo hambre, mis tripas se comen una a la otra acá en mi estómago, pero ese deseo puede esperar, porque mi hambre por contarte todo lo que me han causado tus cartas es más grande todavía, las he disfrutado todas, todas me han impactado y estremecido desde la primera hasta la última. ¿Que no estaban escritas para mí? Eso no importa, yo bebí de tu agua, de la tuya y de Nattie, tú en el Sur de los Estados Unidos, ella en África. Seguro te estarás preguntando ¿y qué tanto tendrán que ver ustedes conmigo si yo soy mexicana? Entonces te contesto que aunque no tenemos la misma nacionalidad, somos mujeres y al igual que ustedes yo también soy afrodescendiente, con un tanto de india y un tanto de europeo, si escribo en este idioma por qué negarlo.
Quiero pensar que llegar a tus cartas, fue una mera coincidencia, pero no, no es así, las había estado buscando desde hace un buen rato, desde que una amiga rubia con apellido latino, paisana tuya, me las recomendó. Nunca tuve éxito de encontrarlas en alguna librería, después dejé de preguntar por ellas. Hace algunos días fui a visitar a un amigo y platicando sobre la importancia que las cartas han tenido a lo largo de mi vida, espontáneamente me preguntó: -¿ya has leído El color púrpura? –el de Alice Walker, no, lo he estado buscando, ¿tú lo tienes? –le pregunté -si –dijo y de inmediato lo buscó en su enorme librero, en seguida lo puso en mis manos…
¡Ah! no sabes con qué placer lo recibí, porque los libros prestados u obsequiados por alguien que lee son los que se aprecian y se leen más pronto, los prestados son como el amor pasajero pero intenso, precisamente por eso uno tiene que vivirlo, disfrutarlo tanto como se pueda, mientras dure el momento en que está en tus manos, porque pronto volverá a su dueño, no sin antes enseñarte algo que se quedará para siempre contigo. Los regalados pueden disfrutarse con más calma, postergar el placer y refugiarnos en ellos cada vez que queramos con la certeza de que siempre estarán ahí para nosotros, leales, esperándonos.
¿Coincidencia o destino? dice un cómico de mi país, no lo sé, yo más bien creo que tarde o temprano los libros que yo deseo leer me encuentran, qué iba a imaginar yo que esas cartas tuyas las iba a encontrar en la Costa Chica de Guerrero y además regaladas, esa, esa sí creo yo que es una virtud.
Ya en serio, te repito lo que al principio te dije, me enamoré de tus cartas desde la primera hasta la última, tanto, que abandoné un segundo libro sobre la vida de Frida Kahlo, uno de poesía y otros más, para poderme quedar solamente contigo y Nattie. Y es que solo un témpano de hielo podría ser indiferente ante tanto dolor, ante tanta injusticia, ante tanto amor, ante tanta ternura. Yo, sufrí, me angustié, me enojé, me alegré, me emocioné y lloré contigo, lloré de tristeza, de rabia y alegría, pero principalmente imaginé, cuánto imaginé los paisajes que Nattie describía de África y la vida del pueblo Olinka y de inmediato recordé los relatos de mi padre y sus hermanos sobre el tiempo en que vivieron en el monte en la Costa de Guerrero, en mi región hay mujeres tan bonitas, libres e independientes como Shug Avery, mujeres valientes y fuertes como Sofía a las que ni la violencia más sanguinaria puede doblegarlas y en todo caso fingen la sumisión cuando no hay otra salida. También hay mujeres como Nattie que se liberan mediante el conocimiento de las letras y ayudan a otros a conocerlas como verdaderas misioneras, aunque también cabe decirlo, no todas las mujeres de mi país, logran liberarse de la violencia con el solo hecho de tener un título universitario y ejercer una profesión, en cambio, las hay no tan leidas y estudiadas pero con los pantalones bien puestos.
Y claro, también hay mujeres tan sabias y fuertes como tú Celie, con apariencia de pajarito al cual se le pueden cortar las alas una y mil veces, pero su resistencia es tan grande que con el tiempo y en silencio, las alas les vuelven a crecer y entonces, entonces no hay nada ni nadie que pueda detenerlas. ¡Cómo fuiste creciendo Celie! fortaleciéndote poco a poco, a pesar de todo y contra todos. Viví tus sufrimientos, tus alegrías, viví también tus logros, seguro que hubo un tiempo en que ni tiempo, ni deseo tuviste de mirarte al espejo todos los días porque con todo lo que tu Pa y tu esposo te decían te sentías la mujer más horrible del planeta aunque no lo quisieras, fui testigo de que el verdadero amor, de hombre o de mujer, especialmente el de mujer, puede embellecer todo lo que toca, curarnos, despejar nuestra mente y darle rienda suelta a nuestra creatividad, disfruté tanto saber de tu empresa de pantalones puntada tras puntada, verte dueña de tu casa, decorándola como tú quisieras, sin nadie que te corrigiera o te molestara.
Pero principalmente, me enseñaste que uno debe aprender a tener serenidad, paz, con o sin el ser amado, sé muy bien lo que sentiste cuando fuiste abandonada por el amor de tu vida, una sensación de muerte que con el tiempo te ayudó a ser más fuerte y a entender no sin dolor, que las personas que amamos son libres y no están obligadas a hacer lo que queremos solo porque las queramos.
Estoy feliz, realmente feliz de haberte conocido a ti, a Nattie y todas esas personas de tu familia, tus cartas me han llenado de amor, de luz, de esperanza, y han reavivado mi deseo de leer, de imaginar, mi deseo de escribir, porque cuando pienso que la vida no tiene razón de ser y que no hay motivos para seguir luchando, siempre, siempre una carta, una carta me sale al paso. Amén.
Con cariño y gratitud
nas.


(Celie, es el personaje principal de esta magnífica obra de Alice Walker titulada: El color púrpura)