Buscando
por enésima vez, en el cajón de películas clásicas de esa tienda conocida, al buen Álex de Naranja mecánica, encontré
Flor del desierto, hacía algunos años que escuché sobre la vida de la famosa
modelo somalí Waris Dirie, llevada a la pantalla grande, ahora la tenía entre
mis manos…
Siendo ella
del desierto, es lógico que conozca perfectamente, todo el valor que tiene el
agua, por eso las imágenes de este vital líquido se encuentran de diversas
maneras en las escenas de la película.
Si bien, resulta estremecedora la historia de la mujer que cruzó el desierto en
África, huyendo de un hombre a quien la habían vendido por un lote de camellos,
llegó a Londres y se convirtió en una modelo de talla internacional, Waris
afirma que el día en que cambió su vida, no fue aquél en el que el famoso
fotógrafo Terry Donaldson la descubrió para llevarla a las pasarelas, sino
aquel en que le practicaron la oblación a los 3 años de edad, según la
tradición de su pueblo: “La midgar te extirpa el clítoris, te corta labios
mayores y menores, después te cose dejándote un orificio del tamaño de una
cerilla, queda una cicatriz donde hubo vulva.”
Es
inspirador el valor de ella para sobrevivir a tan temprana edad, cuando dos de
sus hermanas fallecieron a causa de esta práctica, sobrevivir así, “con una
dolorosa costura en los genitales tan apretada,” como concluye el primer médico
que la mira en tal estado, su determinación a vivir de acuerdo a un modo de ser
diferente y enfrentarse con ello a la condena y destierro por parte de su
familia y comunidad.
Muchos son
los sentimientos, que las escenas de esta historia de Waris en esta cinta me
provocan, pero hay dos que particularmente llamaron mi atención: la búsqueda de
la madre en sus momentos de desesperanza y la sesión de fotos donde tiene que
posar desnuda para el fotógrafo Donaldson.
Cada vez
que se presenta una situación extremadamente difícil, Waris dice: “quiero ver a
mi madre,” pero no es solo la madre, sino todo lo que ella representa: la
ternura, la familia, el hogar, la patria. La gran necesidad de conectarse con
la raíz, que nos fortalece, nos abriga y nos da equilibrio, seguridad, tal como
nos sentimos en el tibio vientre materno, donde crecemos en medio del agua.
La sesión
de fotos con Donaldson, no es la primera que Waris tiene con él, pero sí es la
primera que hace completamente desnuda, algo que implica, mostrar su cicatriz
donde antes hubo vulva, las palabras del fotógrafo antes de iniciar la sesión
son: “Waris, eres una mujer bella, tanto dentro como por fuera, si esto sale
bien tu vida cambiará, tienes que desnudarte.” Lejos de sugerir una escena
pornográfica, es todo lo contrario, tanto el estudio fotográfico como la sesión
se vuelven el medio para liberar a Waris, llevándola a reencontrarse con su
cuerpo, consigo misma, reconocerse y aceptarse como una mujer bella. Donaldson
siempre le brinda confianza, jamás la presiona, aunque dirige cuando es
necesario: “Tienes permiso de respirar,” le dice y de inmediato la modelo
sonríe, le mira a los ojos, se mueve de
manera espontánea, natural, como si estuviera vestida, no con ropa, vestida de
si misma. Es importante aclarar que el fotógrafo no está enamorado de Waris, (al
menos no se muestra así en esta cinta) pese a ser quien la descubre mientras era
empleada de limpieza en un restaurante de comida rápida, pero sabe de belleza y
es un profesional cuando de utilizar la cámara se trata.
El ambiente
de respeto y confianza en que se desarrolla la sesión, logra despertar en la
modelo incluso el deseo, piensa en un joven neoyorquino de quien se enamoró, lo
evoca durante la sesión, imaginando que él es parte de la misma y la acaricia,
la besa, mientras Donaldson captura estos momentos de gran
felicidad para la somalí “de vulva
mutilada” que ha sabido despertar su vagina, importante centro de poder
femenino, a pesar de todo el dolor sufrido desde los tres años:
Contadas pero significativas,
son las personas que intervinieron positivamente en la vida de la también
llamada “modelo nómada,” desde algunos parientes hasta los amigos, sin embargo,
yo hago un especial reconocimiento hacia el fotógrafo Donaldson, porque
mediante esta sesión fotográfica, le ayudó a Waris a enfrentarse y mirarse sin
miedo a si misma: “Ni si quiera tienes idea de lo hermosa que eres,” le dijo
antes, una y mil veces tratando de convencerla para que le permitiera tomarle
fotos, pero después de posar desnuda, Waris sabía perfectamente cuánta belleza
y fortaleza había en ella misma.