viernes, 2 de noviembre de 2012

Flor del desierto


Buscando por enésima vez, en el cajón de películas clásicas de esa tienda conocida,  al buen Álex de Naranja mecánica, encontré Flor del desierto, hacía algunos años que escuché sobre la vida de la famosa modelo somalí Waris Dirie, llevada a la pantalla grande, ahora la tenía entre mis manos…

Siendo ella del desierto, es lógico que conozca perfectamente, todo el valor que tiene el agua, por eso las imágenes de este vital líquido se encuentran de diversas maneras en las  escenas de la película. Si bien, resulta estremecedora la historia de la mujer que cruzó el desierto en África, huyendo de un hombre a quien la habían vendido por un lote de camellos, llegó a Londres y se convirtió en una modelo de talla internacional, Waris afirma que el día en que cambió su vida, no fue aquél en el que el famoso fotógrafo Terry Donaldson la descubrió para llevarla a las pasarelas, sino aquel en que le practicaron la oblación a los 3 años de edad, según la tradición de su pueblo: “La midgar te extirpa el clítoris, te corta labios mayores y menores, después te cose dejándote un orificio del tamaño de una cerilla, queda una cicatriz donde hubo vulva.”

Es inspirador el valor de ella para sobrevivir a tan temprana edad, cuando dos de sus hermanas fallecieron a causa de esta práctica, sobrevivir así, “con una dolorosa costura en los genitales tan apretada,” como concluye el primer médico que la mira en tal estado, su determinación a vivir de acuerdo a un modo de ser diferente y enfrentarse con ello a la condena y destierro por parte de su familia y comunidad.

Muchos son los sentimientos, que las escenas de esta historia de Waris en esta cinta me provocan, pero hay dos que particularmente llamaron mi atención: la búsqueda de la madre en sus momentos de desesperanza y la sesión de fotos donde tiene que posar desnuda para el fotógrafo Donaldson.

Cada vez que se presenta una situación extremadamente difícil, Waris dice: “quiero ver a mi madre,” pero no es solo la madre, sino todo lo que ella representa: la ternura, la familia, el hogar, la patria. La gran necesidad de conectarse con la raíz, que nos fortalece, nos abriga y nos da equilibrio, seguridad, tal como nos sentimos en el tibio vientre materno, donde crecemos en medio del agua.

La sesión de fotos con Donaldson, no es la primera que Waris tiene con él, pero sí es la primera que hace completamente desnuda, algo que implica, mostrar su cicatriz donde antes hubo vulva, las palabras del fotógrafo antes de iniciar la sesión son: “Waris, eres una mujer bella, tanto dentro como por fuera, si esto sale bien tu vida cambiará, tienes que desnudarte.” Lejos de sugerir una escena pornográfica, es todo lo contrario, tanto el estudio fotográfico como la sesión se vuelven el medio para liberar a Waris, llevándola a reencontrarse con su cuerpo, consigo misma, reconocerse y aceptarse como una mujer bella. Donaldson siempre le brinda confianza, jamás la presiona, aunque dirige cuando es necesario: “Tienes permiso de respirar,” le dice y de inmediato la modelo sonríe,  le mira a los ojos, se mueve de manera espontánea, natural, como si estuviera vestida, no con ropa, vestida de si misma. Es importante aclarar que el fotógrafo no está enamorado de Waris, (al menos no se muestra así en esta cinta) pese a ser quien la descubre mientras era empleada de limpieza en un restaurante de comida rápida, pero sabe de belleza y es un profesional cuando de utilizar la cámara se trata.

El ambiente de respeto y confianza en que se desarrolla la sesión, logra despertar en la modelo incluso el deseo, piensa en un joven neoyorquino de quien se enamoró, lo evoca durante la sesión, imaginando que él es parte de la misma y la acaricia, la besa, mientras Donaldson captura estos momentos de gran felicidad para la somalí  “de vulva mutilada” que ha sabido despertar su vagina, importante centro de poder femenino, a pesar de todo el dolor sufrido desde los tres años: "Cuando yo era niña, no quería ser mujer, ¿para qué? cuando se sufre tanto dolor y se es tan desdichada, pero ahora he madurado y estoy orgullosa de quien soy… intentemos cambiar lo que significa ser mujer." Afirmó en su discurso Waris al dirigirse a funcionarios públicos y defensores de derechos humanos.

Contadas pero significativas, son las personas que intervinieron positivamente en la vida de la también llamada “modelo nómada,” desde algunos parientes hasta los amigos, sin embargo, yo hago un especial reconocimiento hacia el fotógrafo Donaldson, porque mediante esta sesión fotográfica, le ayudó a Waris a enfrentarse y mirarse sin miedo a si misma: “Ni si quiera tienes idea de lo hermosa que eres,” le dijo antes, una y mil veces tratando de convencerla para que le permitiera tomarle fotos, pero después de posar desnuda, Waris sabía perfectamente cuánta belleza y fortaleza  había en ella misma.

martes, 17 de julio de 2012

Dafu recuerda: papá es una tortuga marina.

Toda ella, inundada de ternura, de principio a fin. Cielo en el océano es el regalo que esta tarde el universo ha dejado para mí, sobre el mostrador de la tienda de películas que frecuento. Sorprendente, conmovedora es la actuación de ese actor oriental que suele aparecer en la pantalla grande repartiendo gritos,  golpes con pies y manos a todos sus oponentes, ¡chale! Jet Li, quién lo diría, interpreta a Old Wang, un padre soltero con una enfermedad terminal, que debe educar a su hijo autista de 21 años, para valerse por si mismo en su ausencia, educarlo con un amor y paciencia impresionante, con ingenio, porque aunque Dafu, comprende el lenguaje de su persistente padre: no puede expresarse como otras personas lo hacen.

Dafu, acostumbra nadar en la piscina de un acuario, nada tan bien como si fuera un pez, tanto que Old Wang asegura: nació en un cuerpo equivocado. La edad de Dafu, no le permite ser aceptado en ningún lugar para personas con su discapacidad, su padre en un momento de desesperación, piensa incluso en el suicidio de ambos: He estado con él desde que era un bebé…¿quién va a querer cuidarlo cuando yo no esté? Suele decir constantemente.

Aún cuando finalmente encuentran un lugar apropiado, Dafu deja claro que no se quedará allí, sin la presencia de su padre, por lo tanto, Old Wang sabe que además de enseñarle a valerse por si mismo, debe asegurarse principalmente de que su hijo tenga plena certeza de que él nunca lo abandonará.

Por eso, a pesar de la agonía en la que se encuentra debido a un cáncer en el hígado, Old Wang nada disfrazado de tortuga, en la misma piscina del acuario junto a su hijo,  para hacerle comprender que las tortugas viven muchos años y él siempre permanecerá a su lado. El ejemplo heroico de este padre, que elige dedicarse por completo a su hijo, negándose incluso a rehacer su vida al lado de una pareja, conmueve de tal manera a las pocas amistades que tienen, que a su muerte, ellas asumen la responsabilidad de Dafu.

El agua, es un elemento que acompaña esta historia todo el tiempo, no solo en la piscina donde Dafu nada, sino también a través de la lluvia. El contacto físico entre ambos, el movimiento constante de las manos de Dafu, mediante las cuales percibe y se expresa, deja al espectador una sensación de esperanza y nos recuerda, el gran compromiso que tenemos con los nuestros.

viernes, 6 de abril de 2012

Las mujeres arriba

Para Usy Magaly
promotora de la equidad de género
a quien no le gusta comer y beber sola.

Razones diversas, que nos llevaría mucho tiempo ahora explicar, provocan que durante estos días de Semana Santa, no sean ni de vacaciones, ni de parranda, ni de reuniones familiares, menos de romance para algunas personas entre las que me cuento, sin embargo, una buena película nos puede volver el alma al cuerpo, dentro del ajetreo de la sobrevivencia, respirar un poco de aire, sentir, vivir a partir de una historia interesante y de sus personajes, aunque eso implique
desvelarnos hasta la madrugada…bueno, esa es una de las ventajas de estar temporalmente solo.
Encontrarse con el sensual rostro de Penélope Cruz, sus labios rojos y un chile diminuto,
tentador (en lugar de una flor) junto a su boca, llamó mi atención hace unos días en la tienda donde acostumbro comprar películas, esa, es la imagen de la portada de esta película titulada: Las mujeres arriba, que aunque pudiera sugerirnos un rollo absolutamente feminista, no lo es
del todo, mas bien es una comedia romántica, sensual, con sus respectivos momentos de desamor, donde el arte de cocinar, la música de Brasil y la diosa Yemanjá, llevan de principio
a fin toda la historia, cuyo escenario se ubica entre Brasil y Estados Unidos.
Isabella y Toninho se enamoraron, se casaron. Ella, tenía el arte de cocinar con pasión, él, cantaba con la misma intensidad y así, su restaurante funcionaba, pero a Toninho, le era difícil vivir con una mujer, cuya estabilidad era posible solo si ella llevaba las riendas de su vida. La pareja entra en un momento de crisis, ella decide abandonarlo pidiendo a Yemanjá: “dame el valor para dejarlo.” Pone distancia de por medio, se convence a si misma de que no ama a su esposo, sino está hechizada por él, por lo tanto, hace una ofrenda a Yemanjá para liberarse
del hechizo, solicitud que se le advierte será irreversible.
Al principio, todo parece ir muy bien, pero al paso del tiempo, a pesar de los logros y "avances" realizados, Isabella se siente sola, comprende que su habilidad, el don mas importante que la misma diosa del mar le obsequió, el arte de cocinar, está íntimamente ligado con el amor que ella tuvo por Toninho, pues como varias veces lo menciona ella misma, frente a sus estudiantes: “para
cocinar, deben transmitir sus sentimientos y experiencias al acto creativo.” Y más aún, al terminar: “no olviden que el ingrediente más importante, es compartirlo con un ser querido, pienso que eso mejora el sabor del platillo.”
Al comprender que en su oficio como chef, Toninho, es un ingrediente indispensable
y que él, ya está cansado de tratar de resucitar la pasión que hubo entre ambos; Isabella realiza
una nueva ofrenda a Yemanjá, solicitándole, le devuelva sentir amor por su esposo: “¡Ay caray, amor contra Vudú!” como diría Mónica, un travesti amigo de la infancia, cuyo personaje es la sal de toda la historia.
En efecto, el amor gana, por encima del rencor, de las ofensas pasadas, la diosa acepta la
ofrenda y desde el fondo del mar, no devuelve, sino intensifica el amor y la pasión, porque a veces, insiste Mónica: “cuando hay humo, cerca hay fuego.” Y mientras los involucrados estén dispuestos, tengan la voluntad, el amor vence hasta al mas imponente hechizo.
Después de ver, por segunda vez esta película, pienso en las palabras de Isabella: “…el
ingrediente más importante, es compartirlo con un ser querido.” Es una lástima, no poder ver esta película, ahora, junto a ese ser querido, reír, llorar, dejarse sorprender, tocar por la sensual cultura brasileña, comentarla con esa persona que tanto deseas y sabes, podría encontrarle infinidad de detalles y significados a esta historia, pero…de momento amig@s, en este Viernes Santo, la comparto aquí con ustedes. ¡Buen provecho!

domingo, 19 de febrero de 2012

La infinita ternura de Ingrid Betancourt





Durante muchos años he pensado


que mientras esté viva, siga respirando,


tengo que seguir albergando la esperanza.


Ingrid Betancourt.

No sé cómo es que ocurre, pero a mí me pasa con frecuencia, las cartas me buscan o llegan a mí para rescatarme con su ternura y esperanza en ese momento en que más lo necesito, debo decir que en la mayoría de los casos, los autores de las mismas, de las más conmovedoras cartas que he disfrutado, son mujeres.
En esta ocasión, Cartas a mamá desde el infierno, me fue literalmente regalado, después de que en el parque de Pinotepa Nacional, compré tres libros viejos sobre la vida de tres pintores famosos: Diego Rivera, Picasso y Vermeer. El librito en mención, lucía todo maltratado, incluso enmohesido en la parte superior de sus hojas y portada, pese a su envoltura de plástico, libro pequeño, delgado, exquisito y fuerte como una espina de carnizuelo, como la imagen de la mujer que aparece en la portada: Ingrid Betancourt, colombiana, secuestrada por las FARC en el 2002 cuando era candidata a la presidencia de su país, hija, esposa y madre, quien escribió esta carta, desde su cautiverio en la selva, en octubre del 2007.

Así, como espina de carnizuelo, son cada una de las palabras de Ingrid, amorosas, dulces, con las que acaricia a cada uno de los suyos a quienes abriga, lastima por su inevitable ausencia y al mismo tiempo despierta con una luz de esperanza. La comunicación es entre mujeres: de Ingrid a su madre, a quien honra y reconoce como su raíz primera: Esta es una selva muy tupida, difícilmente entran los rayos del sol, pero es desierta en afecto, en solidaridad y ternura, por eso tu voz es mi cordón umbilical con la vida. Sueño con abrazarte tan fuerte que quede incrustada en ti...
Es a su madre, a quien pregunta por sus amados hijos de los que se manifiesta orgullosa y recuerda a cada uno con minuciosos detalles, por el esposo y el amor incondicional que los une, los hermanos y los amigos, al mismo tiempo que reconoce y agradece a todos los aliados en abogar desde diferentes medios por su liberación, incluso a los aliados internacionales.

En respuesta, la hija de Ingrid, Mélanie, le responde como interlocutora por todos sus hermanos y familiares, asegurándole a su madre que esa carta amorosa, dada a conocer al mundo, ha tocado, despertado, no solo a su familia, también a su país, cuestionándoles y movilizándolos en la lucha por los derechos humanos: En esa selva que te retiene todo está lejos, incluso el sol. Todo duele, todo es inhumano, sin embargo, nada más verdadero y más justo que las palabras que has sabido contar.

Ingrid, "la cautiva", Yolanda, la madre de ella y Mélanie, descendiente de estas dos primeras mujeres, son un ejemplo de lo que el amor puede hacer cuando se mantiene auténtico y puro: rompe barreras, de tiempos, de espacios, de falsos poderes, porque es fortaleza infinita y un arma luminosa, esperanzadora, cuando se deposita en cartas y éstas, logran llegar a su destino.

lunes, 4 de julio de 2011

¡Vamos, no te azotes!

Heme aquí:
caminando
de un lado a otro
en plena crisis
existencial.
Llorando,
azotándome
por la dureza
de la soledad
a veces dolorosa
a veces asfixiante.

Heme aquí:
azotándome
el cerebro,
cuestionándome
fuertemente
sobre el oficio
de las letras
en estas
extrañas tierras.

Heme aquí:
en el balcón
en busca
de un poco de aire
mientras
esa niña de enfrente
es azotada
por enésima vez
en el día
con el cinturón
de su enloquecida
madre.

Heme aquí:
esta noche
caminando
en el pasillo,
escuchando
sus gritos
ya sin fuerza
que mañana
después
del sueño
me despertarán
muy temprano
buscando
una esperanza.

Heme aquí:
azotándome
como vil pendeja,
anhelando
mi privilegiada
infancia
mientras
esa niña
cuida
barre
lava
pide limosna
y se traga
sus lágrimas.

jueves, 19 de mayo de 2011

Señora: Francisco Céspedes

A ella le tocó esa vida
y se convirtió en señora
se vistió de la amargura
el corazón sin llanto
y una vida oscura.

No le dieron la mirada
que se besa con la luna
la sonrisa fue fingida
la caricia un llanto
todo fue mentira.

Y el alma le cambió
perdió la fe
y respiró venganza
cada hora
cada vez.

Señora a veces la vida
nos lleva hasta la locura
y solo nos salva el amor,
el milagro, aunque algún pedazo
nos queda en la duda.

No le dieron la mirada
que se besa con la luna
la sonrisa fue fingida
la caricia un llanto
todo fue mentira.

Y el alma le cambió
perdió la fe
y respiró venganza
cada hora
sin saber
que el tiempo no
te deja ver
como es que siempre
vuelve hacia el principio
cada vez.

Señora a veces la vida
nos lleva hasta la locura
y solo nos salva el amor
el milagro, aunque algún pedazo
nos queda en la duda.

sábado, 12 de febrero de 2011

Pequeños ángeles de la nada

Los angelitos
caminan extraviados
entre la oscuridad
guiados por el tacto
solo pueden sentir
el vacio de la nada.
Intentan volar sin éxito
la verdad cruel
como luz encegadora
les ha sido rebelada:
un hijo e puta les ha engendrado
solo para fracturar sus alas.
Los angelitos lloran
caminando entre la oscuridad
con los ojos hinchados de luz
escurriendo sangre entre las alas.
A ratos descansan
en seguida
reanudan la marcha.
Nadie sabe con exactitud
hacia dónde se dirigen
si es que acaso, avanzan.
Aceptan ser hijos del pecado
y la palabra culpa
sobresale tatuada
en sus pequeñas y huesudas espaldas.
Los angelitos no pueden volar
caminan, extraviados
entre la oscuridad
guiados por el tacto
solo pueden sentir
el vacío de la nada;
con los fragmentos de ella
imaginan tejer vendoletes
para secar la hemorragia.
A ratos descansan
en seguida
reanudan la marcha.
Nadie sabe con exactitud
hacia dónde se dirigen
si es que acaso avanzan.
Tal vez no van a ningún lado
solo se mueven, crecen
dejan hacer lo suyo a la naturaleza
Y aguardan
aguardan
¡aguardan!