domingo, 19 de febrero de 2012

La infinita ternura de Ingrid Betancourt





Durante muchos años he pensado


que mientras esté viva, siga respirando,


tengo que seguir albergando la esperanza.


Ingrid Betancourt.

No sé cómo es que ocurre, pero a mí me pasa con frecuencia, las cartas me buscan o llegan a mí para rescatarme con su ternura y esperanza en ese momento en que más lo necesito, debo decir que en la mayoría de los casos, los autores de las mismas, de las más conmovedoras cartas que he disfrutado, son mujeres.
En esta ocasión, Cartas a mamá desde el infierno, me fue literalmente regalado, después de que en el parque de Pinotepa Nacional, compré tres libros viejos sobre la vida de tres pintores famosos: Diego Rivera, Picasso y Vermeer. El librito en mención, lucía todo maltratado, incluso enmohesido en la parte superior de sus hojas y portada, pese a su envoltura de plástico, libro pequeño, delgado, exquisito y fuerte como una espina de carnizuelo, como la imagen de la mujer que aparece en la portada: Ingrid Betancourt, colombiana, secuestrada por las FARC en el 2002 cuando era candidata a la presidencia de su país, hija, esposa y madre, quien escribió esta carta, desde su cautiverio en la selva, en octubre del 2007.

Así, como espina de carnizuelo, son cada una de las palabras de Ingrid, amorosas, dulces, con las que acaricia a cada uno de los suyos a quienes abriga, lastima por su inevitable ausencia y al mismo tiempo despierta con una luz de esperanza. La comunicación es entre mujeres: de Ingrid a su madre, a quien honra y reconoce como su raíz primera: Esta es una selva muy tupida, difícilmente entran los rayos del sol, pero es desierta en afecto, en solidaridad y ternura, por eso tu voz es mi cordón umbilical con la vida. Sueño con abrazarte tan fuerte que quede incrustada en ti...
Es a su madre, a quien pregunta por sus amados hijos de los que se manifiesta orgullosa y recuerda a cada uno con minuciosos detalles, por el esposo y el amor incondicional que los une, los hermanos y los amigos, al mismo tiempo que reconoce y agradece a todos los aliados en abogar desde diferentes medios por su liberación, incluso a los aliados internacionales.

En respuesta, la hija de Ingrid, Mélanie, le responde como interlocutora por todos sus hermanos y familiares, asegurándole a su madre que esa carta amorosa, dada a conocer al mundo, ha tocado, despertado, no solo a su familia, también a su país, cuestionándoles y movilizándolos en la lucha por los derechos humanos: En esa selva que te retiene todo está lejos, incluso el sol. Todo duele, todo es inhumano, sin embargo, nada más verdadero y más justo que las palabras que has sabido contar.

Ingrid, "la cautiva", Yolanda, la madre de ella y Mélanie, descendiente de estas dos primeras mujeres, son un ejemplo de lo que el amor puede hacer cuando se mantiene auténtico y puro: rompe barreras, de tiempos, de espacios, de falsos poderes, porque es fortaleza infinita y un arma luminosa, esperanzadora, cuando se deposita en cartas y éstas, logran llegar a su destino.